viernes, 9 de diciembre de 2011

Selva Almada





















Pasado

Tu primer texto:
una “composición” sobre el día de la independencia.
Género:
narrativa.
Año: 1983.
Procedimiento creativo/Contexto
¿Tuvo lectores?/¿Críticas favorables?/¿Produjo conflictos familiares?
¿Se ha puesto viejo?/¿Lo has vuelto a corregir?/¿Lo quemaste?

No recuerdo ni el proceso ni el título ni un solo fragmento. Pero era una especie de concurso interno de la escuela. Supongo que lo escribí porque las maestras decían “que escribía bien” y, sobre todo, para ganar el premio. Salí segunda y me dieron un libro, “Zoología lírica”, de Juan Burghi, así que por lo menos recibió crítica favorable del jurado. Yo creo que más que ponerse viejo ese texto ya debe haber sido viejo cuando lo escribí… de lo contrario no hubiese ganado un concurso escolar! No recuerdo haberlo visto nunca más. En realidad, nunca nada de lo que escribí produjo conflictos familiares, ni siquiera los relatos de En familia en los que mis familiares (algunos) no quedan bien parados: supongo que la mayor parte de mi familia no me lee y por eso no hay conflicto!


Presente

Género:
Narrativa.
Qué se ha modificado en tu modo de abordar un texto:
Ahora no escribo para ganar concursos, por ejemplo. A diferencia de aquel primer texto, escribo un relato porque tengo ganas, porque me divierte.
Cuál es tu punto de partida:
No siempre es el mismo: a veces, una historia surge de alguna anécdota que me contaron, otras aparece un personaje que pide pista… o sólo una atmósfera, una sensación. Pero en todos los casos estoy un tiempo largo masticando lo poco o lo mucho que haya al principio y hasta que no encuentro un primer párrafo que me conforme no empiezo a escribir.
¿Tus lectores son fieles o te abandonan en el camino?:
Tengo lectores de la primera hora que todavía no me han abandonado, pero quizá sea sólo porque me quieren mucho.
Qué sabés de tu propia literatura:
Que mis personajes son gente del montón: un pastor evangelista o un ladrillero o la mujer del capataz de una maderera o un mecánico… gente común y corriente a las que les pasan cosas, que son buenos y malos, amorosos y violentos, generosos y mezquinos, todo al mismo tiempo, en mayor o menor medida.
Qué perdiste/Qué ganaste:
Felizmente fui perdiendo los prejuicios. Sin prejuicios creo que todo lo demás es ganancia.
Fragmento:
“La mujer amaga ir hacia el coche, pero el Reverendo se interpone y ella se queda congelada en el movimiento. Como en el juego de las estatuas, piensa Leni, que siempre lo juega, siempre en patios distintos y siempre con niños distintos, luego del sermón dominical. Con un brazo extendido y la palma abierta al frente, el Reverendo, su padre, camina hacia atrás y abre la puerta del conductor. Su madre se queda parada ahí, junto a la valija, y se cubre el rostro con las manos. Está llorando.
El vehículo se pone en marcha y arranca levantando una nube de polvo. Entonces su madre corre unos metros detrás del auto como esos perros que son abandonados en la ruta durante las vacaciones.”
[De la novela El viento que arrasa.]


Futuro

Proyectos:
Estoy escribiendo un libro de crónicas sobre los asesinatos no resueltos de tres adolescentes en la década del 80. El título provisorio es Chicas muertas.
Cómo te gustaría ser reseñado/a:
Con total honestidad.
Quién te leerá:
Ojalá que mucha gente.
Qué podemos esperar de vos:
No sé… nada. Ni sé qué puedo esperar yo de mí.
Cómo te gustaría que te recuerden:
Leyéndome.
Tu última frase:
Al final no era para tanto.

Selva Almada nació en Entre Ríos, en 1973. Publicó los libros: Mal de muñecas (2003), Niños (2005), y Una chica de provincia (2007). Integra las antologías de relatos: Una terraza propia (2006), Narradores del siglo XXI (2006), De puntín (2008), Timbre 2 (2010) y Verso y reverso (2011); y de poesía Poetas argentinas 1961-1980 (2007).
Algunos de sus relatos fueron publicados en revistas de Argentina, España y Cuba. Forma parte de la antología en alemán Die Nacht des Kometen (2010).
En marzo de 2012 Mardulce Editorial publicará su primera novela, El viento que arrasa.

Imagen: Otto Dix

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