viernes, 13 de enero de 2012

Luis Miguel Rivas





















Pasado
 
Tu primer texto
El primer recuerdo que tengo de algo que haya escrito y que tuviera alguna forma era un cuento del que sólo me queda en la cabeza la imagen de un hombre que camina por una calle en la que se van apagando las luces a medida que el tipo pasa.
Género:
Cuento

Año
1981, 82 (por esos lados)
 
Procedimiento creativo/Contexto:
Ahora que me lo preguntás caigo en cuenta de que esa historia la escribí con el mismo procedimiento que todavía uso: vivir, sentir, recrear. Una noche iba caminando por una calle de mi pueblo y al dar vuelta en una esquina la lámpara del alumbrado público se fundió en el preciso instante en que yo pasaba debajo de ella. El evento fue tan sincrónico que lo sentí como algo relacionado directamente conmigo. Luego del impacto inicial le atribuí el hecho a la casualidad pero partí de la sensación inicial para escribir un cuento.  Ahora que pienso en ello y que me veo escribiendo en este instante, 30 años después, otra vez sobre esa calle y esa lámpara, me doy cuenta de que el apagón no fue casual y que su repercusión se extiende hasta hoy. Este párrafo y este instante en que lo escribo lo prueban.
 
¿Tuvo lectores?/¿Críticas favorables?/¿Produjo conflictos familiares?
No tuvo lectores, ni críticas ni produjo conflictos o reacción alguna.
 
¿Se ha puesto viejo?/¿Lo has vuelto a corregir?/¿Lo quemaste?
Un día boté mis cosas y ahí iba el cuaderno en el que estaba escrito el cuento. Pero igual creo que ya hubiera envejido.
 
Fragmento:
 
De unos años después conservé un cuento del que anexo el primer párrafo:
 
HUID DE LA PRIMERA MIRADA
 
“Escuchad hombres y mujeres ingenuos de todo el mundo. Vengo a advertiros de cosas que a lo mejor ya habéis vivido sin percataros. Vengo a preveniros, vengo a ayudaros: ¡Huid de la primera mirada ¡  Estad atentos, sed perspicaces cuando un hombre o una mujer os mire, aprended a reconocer en el fulgor de unos ojos que se encuentran con los vuestros las sutiles partículas que pueden perderos definitivamente. En esas imperceptibles partículas está sintetizado el germen explosivo del amor. Si lo reconocéis podéis huir a tiempo. Si llegáis a ser consientes de ello podréis escoger, definir el rumbo de vuestra historia. Si no lo hacéis, si sucumbís, no os quedará más camino que renunciar a las riendas de vuestra propia vida. Entonces ateneos: sufrid y gozad al caprichoso vaivén de los sentimientos ingobernables. Si no lo hacéis probablemente os ocurra algo parecido a lo que os voy a contar…”
 
 
Presente
 
Género
Escribo cuentos, crónicas y poemas. Esencialmente lo segundo.
 
Qué se ha modificado en tu modo de abordar un texto
Vivo distinto, siento distinto y por tanto mi manera de recrear las cosas con palabras es distinta hoy en día (aunque también es igual y es lo extraño). Cada día me hago más consciente, por ejemplo, de cierta ingenuidad tendenciosa que tengo en la vida y en lo que escribo y uso ese modo de ver el mundo como un código. Hoy en día trato de ponerme menos trajes para escribir y busco sobre todo quitarme cosas (no empelotarme para que me vean, sino perlarme como a una cebolla, capa por capa, hasta la nada del centro). La frase anterior es un poco rimbombante, pero no la voy a quitar porque también es cierta.
 
Cuál es tu punto de partida 
Un sentimiento, una sensación. Pongo por ejemplo la historia de  las lámparas que se apagan. Una mezcla de sorpresa y extrañamiento ante un evento o una imagen. Como una pista de que la vida es más grande de lo que es. Una señal de que esa cosa ajena que es el mundo, se quiere comunicar con vos.
También puedo partir de la necesidad de explicar un sentimiento complejo, fuerte, que me avasalla. Cuando le pongo palabras le quito fuerza y evito que me anule.
 
¿Tus lectores son fieles o te abandonan en el camino?
Sólo he publicado un libro de cuentos (Los amigos míos se viven muriendo) que en Colombia, para mi sorpresa, ha adquirido cierta celebridad. En revistas y en mi blog sigo publicando cuentos, crónicas y poemas, con una periodicidad caprichosa que casi no es periodicidad. Sin embargo últimamente recibo correos y mensajes de facebook o twitter de gente que ha leído mis cosas y que me agradece o me felicita o me pide que sea más constante con la publicación. Creo que tengo algunos lectores fieles, el infiel soy yo en este caso.
 
Qué sabés de tu propia literatura
Sé que en lo que escribo está lleno de gente que no cabe en sí misma, personajes que cojean por dentro. Aunque esto son solo palabras. No sé. Si me pongo a contestar termino chamullando, así no quiera. “Si me lo preguntan no lo sé, si no me lo preguntan lo sé”…
 
Qué perdiste/Qué ganaste
Creo que desde que empecé a escribir, hasta ahora, no he perdido nada. Todo ha sido ganancia. Aunque decir lo que uno quiere decir me sigue pareciendo muy complicado, ya no me angustia. He ganado confianza y mis miedos han cambiado y ya no me tiran al piso. Entre más me reconcilio conmigo mismo menos importancia le veo a “la literatura”. Me interesan las palabras como el único instrumento con que cuento para decir cosas que no conozco ni sé, pero que necesito decir. 
 
Fragmento:
 
“Cuando los libros empezaron a generar esos intensos olores, el acto de leer se convirtió en un asunto de mal gusto. No se sabe porqué, ni cómo, ni exactamente cuándo empezó, pero bastaba el contacto de la piel de una persona con las hojas de papel impreso para que se liberara el humor natural del lector: la huella digital olfativa, la ineludible humanidad de cada uno que gravita agazapada bajo las capas de jabón, ungüentos y perfumes.
 
Y ese humor se mezclaba con el olor humano de cada libro. La lectura de, por ejemplo, una novela de Kafka, no sólo destapaba el olor propio del lector (carne corrompiéndose, procesos químicos), sino que lo sumaba a los olores del libro: el aire de pasillos húmedos, la transpiración de seres nimios que pasaban sin cambiarse la camisa durante cientos de páginas, el sudor de funcionarios grises con cuellos grasientos y el tufillo del cuarto sin ventilación donde el escritor había imaginado todo eso sin preocuparse por el baño cotidiano.  Si alguien leía a Dostoievski,  mezclaba a sus propios efluvios el aliento de borrachos andrajosos, la cochambre, la sangre y la descomposición; la dejadez física de los desesperados.
 
Incluso quien leyera una obra transcurrida en un campo primaveral y protagonizada por niños felices era invadido por el sudor dulzón y pegajoso de los muchachos y por el aire rancio de la abuela bonachona que los veía jugar desde el umbral de la casa, mezclados con los efluvios del hombre que había creado la escena tratando de olvidar la podredumbre de su cuartucho oscuro e invernal”…
 
   
Futuro
 
Proyectos
Estoy publicando una historia larga por capítulos en mi blog de Tareas no hechas, que se llama “Quedarse es otra forma de partir” y acabo de terminar una serie de cuentos que hacen un libro llamado “Alcohol”, cuentos de borrachos. Tengo borrones y adelantos de una novela acerca de la rabia y sobre esa costumbre que existe en Colombia de solucionar las discusiones matando al interlocutor.
 
Cómo te gustaría ser reseñado/a
Sinceramente no había pensado eso, pero por lo menos pediría que la reseña no tuviera expresiones como “complejidad de niveles semánticos” o “perspectiva de la otredad”
 
Quién te leerá
Las secretarias que viajan en el subte, los estudiantes que no van a clase, las señoras que hacen tiempo mientras esperan a su amante, los muchachos tímidos con brotes de acné, los borrachos desahuciados, mis familiares y alguno que otro escritor.
 
Qué podemos esperar de vos
Que siga escribiendo, es mi manera de estar en el mundo durante el tiempo en que me corresponda estar. Relatos y narraciones cortas, que es mi manera particular de expresarme. Y crónicas y poemas y alguna novela.
 
Cómo te gustaría que te recuerden
Riéndose.

Tu última frase:
Todo es mientras tanto.
 
 
Mi nombre es Luis Miguel Rivas. Si hoy me viera por primera vez en el espejo y me dijeran que me llamo así no me parecería muy coherente. Nací en Colombia en 1969. Mi signo es acuario, pero hasta ahora creo que no me ha servido para nada. Trabajé escribiendo guiones y dirigiendo programas para la televisión en mi país y también fui profesor universitario y un día hace cuatro años decidí no volver a hacer nada de eso. Hace dos vivo en Buenos Aires. Publico cuentos y crónicas en las revistas Soho y El Malpensante, y en el periódico El Espectador de Colombia, donde también tengo una versión de mi blog Tareas no hechas.

Imagen Jeffrey Harp

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